Esta mañana, viernes dos de julio, se nos adelantó el poeta Omar Lara (Nohualhue, Teodoro Schmidt, 9 de junio de 1941 – Concepción, 2 de julio de 2021). Uno de los últimos testigos autorales de los legendarios Encuentros Literarios en Concepción, que organizó Gonzalo Rojas entre 1958 y 1962, motivado por una preocupación ética y estética sobre la condición humana del sujeto moderno. Asistieron relevantes plumas como: Neruda, Teillier, Parra, Lihn, Fernando Alegría, Andrés Sabella, José Donoso, Humberto Díaz-Casanueva y desde otros países Julio Cortázar, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y artistas como Guayasamín.
Esta iniciativa nutriente posicionó a Concepción como el centro de producción, debate y difusión de obras. El nuevo meridiano intelectual de Chile y América Latina en búsqueda de una reconfiguración geopolítica del saber y de la práctica literaria. Son las raíces de las que surge un movimiento de jóvenes estudiantes poetas, entre ellos Omar Lara que funda y dirige la revista Trilce desde 1964, la que se convierte en un espacio de reunión y dialogo con innumerables autores de diferentes latitudes del mundo. Forman parte de estos inicios Luis Zaror, Eduardo Hunter, Carlos Cortínez, Enrique Valdés, Claudio Molina y Libertad Ramas. Molina y Ramas se retiraron luego de unos meses. Con los años se fueron uniendo al grupo Federico Schopf, Walter Hoefler, Waldo Rojas, Armando Epple, Jaime Concha, Guillermo Araya, Eugenio Matus, Floridor Pérez, Gastón Gaínza, Carlos Santander, Grinor Rojo, Juan Guido Burgos, Carlos Ibacache y Luis Oyarzún.
“Lo que no tiene continuidad no tiene realidad”, dijo Gonzalo Rojas, al inicio de los encuentros de 1958, en Concepción.
La permanencia y continuidad del grupo y de la revista Trilce ha estado encarnada en la figura del poeta Omar Lara, quien logró que la revista siguiera siendo un reservorio de relevantes autores y un referente obligado de la poesía latinoamericana, a nivel mundial. Durante más de medio siglo las páginas de la revista han cobijado una brillante constelación formada a nivel nacional por: Neruda, Teillier, Lihn, Oyarzún, Armando Uribe, Enrique Gómez-Correa, Teófilo Cid, Braulio Arenas, Efraín Barquero y al propio Omar Lara, entre otros y nos trajo a Octavio Paz, Guillaume Apollinaire, Louis Aragon, Emil Cioran, Mihai Eminescu, Bertolt Brecht y tantos más.
Poeta, traductor y editor, Lara emergió desde su juventud como uno de los principales actores y promotores de la escena literaria nacional, publicando antologías y liderando el desarrollo de encuentros poéticos en el sur de Chile, a través del Grupo Trilce, iniciativa originada en Valdivia -ciudad que habitó desde 1963-, bajo el alero de la Escuela de Castellano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Austral.
Tras los sucesos del golpe militar, Omar estuvo encarcelado durante tres meses y luego se exilió en Perú. Después de un tiempo se trasladó a Europa y residió en Rumanía por diez años, donde incursionó en la traducción de poesía y se graduó en Filología en la Facultad de Lenguas Romances y Clásicas de la Universidad de Bucarest. Llego a tal domino del idioma, en el país de Mircea Eliade y Constantin Brâncuși, que tradujo los poemas de Jorge Teillier del español al rumano, como si ese fuera su idioma natal. Y luego en sentido contrario, trajo para nosotros los poemas de Marin Sorescu, del rumano al español. Lara recuerda: En su modesta casa de madera, inimaginablemente repleta de libros, desde la cocina hasta el cuarto de baño, y en la que lo visitan continuamente escritores y gente de teatro de todo el mundo, compartí por primera vez con Marin Sorescu.
Mis encuentros con Omar Lara
En 1981 se instaló en Madrid-España, donde refundó la revista Trilce e inició las publicaciones de Ediciones LAR (Literatura Americana Reunida). Desde esa época nos vimos con frecuencia y alguna vez conversamos cerca de la Puerta del Sol por los alcances de la sigla LAR, que de alguna manera también es un juego con la palabra “lar”, que viene de “hogar” y refiere a cada uno de los dioses de la casa que veneraban los antiguos romanos, lo entronca con la poesía del “lar” o “lárica”. Entre los poetas del “lar” se encuentran Efraín Barquero, Pablo Guíñez, Alberto Rubio, Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y Alfonso Calderón. Por otra parte, es su propio apellido Lar-a, quitando la segunda “a”. Ediciones LAR actualmente trabaja desde Concepción, donde el poeta residió desde los años noventa hasta su muerte.
Desde Valdivia, la ciudad fundacional de Trilce, el poeta y médico Luis Zaror me envía unas líneas que comparto: Omar Lara Mendoza ha cambiado de dirección. Se ha ido a escribir a las puras páginas de la eternidad. La palabra callará por unos instantes para homenajearlo y después seguir caminando con él. El año 1965, Omar Lara, Carlos Cortínez, Federico Schopf, Enrique Valdés y Guillermo Monforte viajaron a Perú con destino a Santiago de Chuco, ciudad natal del poeta César Vallejo, autor de Trilce (1922), su obra más conocida que permaneció en el olvido durante varios años hasta que en 1930 fue publicado en España, con prólogo de José Bergamín y un poema-salutación de Gerardo Diego, lo que marcó el inicio de su revalorización; con sus audacias lexicográficas y sintácticas se puso a la vanguardia de la poesía en lengua española. El grupo de jóvenes poetas chilenos en gira realizó lecturas en Lima, allí se vincularon con la Sociedad de Escritores además de docentes y estudiantes de la Universidad de San Marcos.
Mario Rodríguez F. dice en el prólogo de Voces de Portocaliu: esta poesía elude toda grandilocuencia o egocentrismo de un yo omnisciente y oracular; es como esa hierba del sur que crece queriéndose imperceptible, pero cuya belleza la torna más poderosa que la piedra.
Misterioso Portocaliu, un mundo otro. Paul Eluard nos enseñó que esos mundos existen y están en éste. Omar creó ese espacio mítico y a la vez viviente, allí esconde la clave del secreto. El poeta lo sugiere en su posfacio: “Por qué me detengo tanto en Imperial, en el abuelo Juan, en las margaritas y en los cipreses, en la glotonería de las lecturas sin ton ni son… Pues porque ahí está todo, me he dado cuenta de repente. Me he dado cuenta ahora mismo, ahorita mismo, como diría Corcuera…”.
Entre sus obras se encuentran: Argumento del día (1964); Los enemigos (1967); Serpientes (1974, editado en Lima por Arte-Reda, a cargo del artista y diseñador Víctor Escalante, con dibujos de Juan León); El viajero imperfecto (1979); Cuaderno de Soyda (1991); Jugada maestra (1998); Vida probable, antología (1999); Bienvenidas calles del Perú, antología, Lima (2001); Voces de Portocaliu (2003); Cuerpo Final (2013). En el corazón de las cosas. Antología poética, (Madrid 2020).
Obtuvo importantes reconocimientos como: Premio Casa de las Américas 1975; Beca Guggenheim, 1983; Medalla Mihai Eminescu, Rumanía 2001; Medalla presidencial Centenario Pablo Neruda, 2004; Premio de la Sociedad de Escritores de Chile 2006 por la revista Trilce; Premio Casa de América de Poesía Americana, España 2007; Premio Internazionale Trieste Poesia (2007); Premio Internacional Rafael Alberti (2012); Premio Atenea (2015).
Hoy recibimos la noticia de la partida del amigo Omar Lara, con quien habíamos compartido en festivales y lecturas. Falleció en Talcahuano, víctima de su corazón inmenso. Es una herida profunda la partida del más amigo de los amigos, el más hermano de los hermanos, el más poeta de nuestros poetas. Nunca olvidaré un viaje en tren, año 1993, que hice con Jaime Valdivieso, Guillermo Trejo, Gonzalo Millán, Walter Garib y otros poetas a un Festival en Concepción, donde participamos y leímos junto a Omar, durante una semana muy interesante, en la que Omar demostró una vez más su enorme capacidad para convocar a diversas voces. Ese tren a Concepción ya no existe y Valdivieso, Trejo, Millán y Lara, tampoco, ya es histórico ese encuentro, pero la nostalgia reflexiva de sus voces son un sello y presencia que sigo escuchando y que quiero creer que perdurará.
Luego lo seguí visitando en Concepción en lecturas de 2012, 2017 y otras. También nos reuníamos con Omar cuando venía a Santiago. Pasando la pandemia, iba a leer en el salón de las tertulias de la Fundación IberoAmericana, donde hemos compartido con poetas de Chile y de todo el mundo. “¿La poesía para qué puede servir sino para encontrarse?”, decía con entusiasmo. Estábamos de acuerdo hasta hace unos días, pero el misterio quiso que su pluma volara a Portocaliu.
“Theodoro, yo creo en una tradición poética chilena”, me dijo hace unos años en su casa a orillas del Bío Bío, durante un viaje ya histórico, en el que compartimos libros y lecturas. Como Jorge Teillier, Omar Lara merecía el Premio Nacional, tenemos una deuda con Omar, es de esperar que su legado perdure.
Theodoro Elssaca
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