Del cruce entre la voz ritual de América, el caligrama a la manera de
Apollinaire y el Haiku, saltan chispas.
Elssaca es uno de los adelantados en la selva del lenguaje, en nuestra selva lírica: en la amplia tarea para los poetas futuros de desbrozar y abrir caminos nuevos, que surjan del mestizaje e hibridez de lo americano, lo europeo y lo oriental.
Cristián Warnken
Universidad de Valparaíso
Portada
Índice
Obra General
¡Detente, bello zorro! 9
Haiku puente de dos mundos 14
Haiku imagen y esencia 15
Capítulo uno: Esencia del haiku 18
Capítulo dos: Esferas de fuego 38
Capítulo tres: Vestigios del hombre 56
Capítulo cuatro: Las palabras 73
Capítulo cinco: Evocaciones 109
Capítulo seis: Triunfos y derrotas 137
Capítulo siete: Truenos y tambores 155
Capítulo ocho: Junto al abismo 175
Capítulo nueve: Golpe de huesos 190
Capítulo diez: Zen, nirvana y silencio 208
Capítulo once: Cordón de plata 226
Capítulo doce: Tánatos 243
Doce ecos del paisaje sumi-e 268 13+1
Caligrafías de la maestra 272
Ecos desde América,15+1 Caligramas 275
Theodoro Elssaca 278
Doce Mundos Interiores
I. Esencia del haiku / Haiku no honshitsu
II. Esferas de fuego / Hi no kyuutai
III. Vestigios del hombre / Jinrui no seki
IV. Las palabras / Kotoba
V. Evocaciones / Souki
VI. Triunfos y derrotas / Shouri to haiboku
VII. Truenos y tambores / Raimei to taiko
VIII. Junto al abismo / Zeppeki
IX. Golpe de huesos / Hone no dageki
X. Zen, nirvana y silencio / Zen, nehan to chinmoku
XI. Cordón de plata / Gin no himo
XII. Tánatos / Tanatosu
Haiku 1 al 30
Haiku 31 al 51
Haiku 52 al 71
Haiku 72 al 140
Haiku 141 al 194
Haiku 195 al 219
Haiku 220 al 239
Haiku 240 al 262
Haiku 263 al 288
Haiku 289 al 310
Haiku 311 al 331
Haiku 332 al 365+1
Prólogo: Cristián Warnken
¡Detente, Bello Zorro!
¡UTSUKUSHI KITSUNE YO, TOMARE!
Hace más de diez años, recorríamos con eodoro Elssaca los sectores aledaños de las Termas de Jahuel, montaña adentro, cerca de la ciudad de Los Andes, y de pronto se nos cruzó en el camino un pequeño zorro, que se paralizó al vernos. Él de miedo; nosotros de asombro. ¿O él de asombro también? Nunca olvidaré ese minuto, que se me hizo eterno, en que nos miramos con el zorro, como si algo hubiéramos querido decirnos, desde las orillas de nuestras respectivas soledades, la del animal, y la nuestra. Nunca había visto a un zorro permanecer tanto tiempo frente a frente a un ser humano. ¿Fue tan largo ese cara a cara, o lo sentí así? Elssaca y yo experimentamos una suerte de satori, estado de éxtasis Zen, en el que uno salta a “la otra orilla” y desaparece la distinción sujeto-objeto. Fue un instante de felicidad, plenitud y, al mismo tiempo, enigmático.
Sentí en ese momento que habíamos adquirido una deuda con ese zorro desamparado e inocente, la de decir lo indecible de ese encuentro azaroso. Quise escribir algo, pero los días pasaron y el instante mágico se perdió lentamente en mi olvido. El zorro no se había perdido; yo me había perdido. Cuando recibí la antología de haiku Celebración del Instante, pensé que Elssaca –más laborioso que yo en esto de juntar versos– había cumplido esa tarea, y que habría un haiku que recreara ese encuentro… Y lo encontré. Es el haiku 318: “Cruzó el camino / mago zorro espiritual / nos transformó”. Elssaca, en este libro, demuestra que de verdad fue transformado por ese instante. Yo estoy en deuda todavía con él. Aquel instante fue más generoso conmigo que yo con él. ¿Podré algún día decir del zorro “lo que nadie dijo de ninguno”? ¿Podré dar cuenta de esa “Vita Nova” que un encuentro (como el del fugaz cruce de miradas de Dante y Beatriz a los nueve años) puede producir en nuestras vidas?
Quiero creer que este libro que presentamos es la “Vita Nova” de Elssaca. El haiku es como un zorro que se nos cruza en el camino: huidizo, bello, esplendente, difícil de asir. El haiku –como el zorro– no puede ser cazado: es un don, una aparición, y para que esa aparición sea posible, se necesita estar en un estado de gracia (el mismo que el gran fotógrafo Sergio Larraín considera esencial para una buena fotografía). Y la gracia no se conquista: solo se la recibe después de un largo proceso de vaciamiento.
Si fuéramos fieles a cada instante, a cada pequeño suceso cotidiano y los rescatáramos siguiendo el milenario arte del haiku, serían miles los volúmenes que cada uno de nosotros tendría que escribir. Deberíamos dedicar nuestra vida solo a escribir haiku. Entonces, dejaríamos de vivir. ¿Qué hace que un instante y no otro merezca ser convertido en haiku? Fausto, en una memorable escena del Fausto de Goethe, deslumbrado ante la presencia de Helena exclama “¡detente, bello instante!”. El haiku realiza esa utopía, de convertir el instante en perpetuo. Porque cada instante es perpetuo, como dijo en un poema Octavio Paz, quien se deslumbró con este género poético japonés al punto de escribir una versión al español de Sendas de Oku, diario de viaje de Bashoo, el gran maestro de la poesía del instante.
Muchos instantes son convocados en este libro de Elssaca en un ejercicio de humildad, que convierte la tarea de la poesía en una actividad de servicio, no en una autoexpresión de subjetividad (como lo ha sido en la mayoría de la poesía occidental moderna). Lo dice el mismo Elssaca en el último haiku de este poemario: “Renuncio al Yo / y dejo las palabras / desaparezco”.
Para nosotros, occidentales, desaparecer no es una tarea fácil. El mundo oriental tiene miles de años de pensar y ejercitar la deconstrucción del sujeto. La llamada “deconstrucción” del sujeto de la losofía europea (Derrida y los otros) es muy tardía y reciente, por eso estamos tan lejos de alcanzarla, nos falta madurar y ahondar milenios para siquiera acercarnos a ese propósito.
El acto más revolucionario hoy en poesía, sería que un poeta –como lo hizo Lao Tse– entregara su libro y desapareciera. Allí comenzaría algo nuevo en la historia de la poesía. El poeta al servicio de la realidad y no la realidad al servicio del poeta. Elssaca, poeta chileno, se suma a los poetas en habla española que han intentado puri car sus egos ampli cados, para colocar la palabra a ras de tierra, al lado de las cosas, a verlas y pensarlas meditativamente, antídoto fundamental según Heidegger para ponerle cotos al pensar calculante devastador de nuestro mundo técnico.
En el acto de escribir/recibir un haiku hay algo de la actitud fenomenológica ante las cosas: la epojé griega, el suspender el juicio, para que lo observado esplenda ante nuestros ojos y en el caso de la poesía, habría que decir “ante nuestras palabras”. Algunos de los haiku de este libro cuidadosamente editados no alcanzan la pureza y rigurosidad oriental exigida por los grandes maestros (Bashoo, Buson, Issa, Shiki) a este género poético. Pocos cultores occidentales del haiku han llegado a esa cima, por no decir ninguno. Basta pensar en los haiku de Jack Kerouac o de Mario Benedetti, para mí de citarios, todavía contaminados de los trucos y trampas del ego poético moderno.
En algunos haiku, Elssaca parece acercarse a la cima de este Monte Fuji de la palabra. Un ejemplo: “Fue una bengala / cayendo desceñida / hacia el olvido”. En otros, se aleja del purismo canónico: “Sardónica risa / descreimiento y crítica / que re exiona”. Es fácil confundir epigramas o re exiones con esta forma poética: nada más lejos de su esencia que esos géneros.
El centro del haiku es una imagen, no una re exión intelectual. Las abstracciones lo matan. Su camino es muy arduo y exigente. Aunque hay dentro del mismo Japón, otros cultores que se han dado más libertades, como muchos poetas occidentales. Yo lo pre ero límpido, no contaminado de excesiva re exión, como el agua inmóvil de un estanque, donde la realidad se re eja en él con extrema delidad. (Aunque la palabra nunca será tan calma como ese estanque…) Pero eso es cuestión de gustos; Elssaca se da libertades propias de alguien que está explorando en zonas fronterizas del “poema visual” (caligrama y también, en un cierto sentido, haiku). Tal vez más que escribir haiku límpidos como los de los maestros japoneses, hay que aspirar a usarlo como una camisa de fuerza y un ejercicio de depuración, que limpie nuestra escritura de retórica, que renueve nuestro idioma español. Pero no siempre que escribimos haiku estamos llegando a él. Aunque intentarlo puede hacerle bien a nuestra lengua poética.
Tarea análoga a la que se propusiera Pound con el inglés, al trabajar con la poesía china.
En este libro, me parece que el aporte fundamental es cruzar la voz ritual de América (que Elssaca ya había explorado en un libro anterior de resonancias amazónicas), el caligrama a la manera de Apollinaire y el haiku. De esos cruces saltan chispas, hallazgos de una poesía por venir. En ese sentido Elssaca es uno de los adelantados en la selva del lenguaje, en nuestra selva lírica: en la amplia tarea para los poetas futuros de desbrozar, y abrir caminos nuevos, que surjan del mestizaje e hibridez de lo americano, lo europeo y lo oriental.
Doy gracias a nuestro amigo fugaz, el zorro, por habernos regalado ese encuentro transformador. Y doy gracias a Elssaca por esta tarea “la más inocente de todas” como llamaba a la poesía Hölderlin, que habría sido un gran poeta de haiku: caminante por la naturaleza como Bashoo, contemplador de ríos, árboles y nubes.
Todavía le queda camino a Elssaca para llegar a la cima de ese arte milenario (mezcla de ejercicio caligrá co, música y escritura), pero ya inició el ascenso. Marcelo Jarpa, el legendario “poeta del parque” ya había comenzado la misma ruta. Son nuestros montañistas chilenos hacia la sencillez del ser y la palabra despojada, desnuda, hacia el Everest de la consagración del instante. El Monte Fuji parece lejano… pero está dentro nuestro, y hay muchos zorros esperando encontrarse con nuestra mirada limpia, que debe ser la poesía. Porque como dijo Eluard la poesía es donner a voir (“dar a ver”).
Termino con un haiku (o pseudo-haiku):
El zorro y Elssaca y Warnken
Se miran en silencio:
¡Celebración del instante!
Cristián Warnken
Valparaíso, otoño del 2018
Prólogo: Mauricio Tolosar
Haiku
Puente de Dos Mundos
HAIKU, NI KOKU NO HASHI
Elssaca, apasionado por la cultura y mística de oriente, practicó la caligrafía japonesa para comprender la escritura y esencia del país del sol levante. Con esa mística fue subyugado por el secreto del haiku, aprendizaje que se siente a lo largo de los 365+1 poemas. Pero a diferencia de otras fusiones que caen en el exotismo que ha cautivado a tantos creadores, Elssaca mantiene la presencia de la voz poética propia de América.
365+1 Haiku sustenta la potencia telúrica y humanista de la poesía latinoamericana en el minimalismo formal de las 17 sílabas del haiku tradicional, que Elssaca descubrió a comienzos de los ochenta en Alemania, en sus encuentros literarios con Borges y Octavio Paz.
Este libro que habita el haiku es un poderoso diálogo entre oriente y occidente, re exiona de manera sugestiva y profunda los grandes temas de la humanidad y del arte.
Mauricio Tolosa
SITIOCERO
Prólogo: Agustín Letelier
Haiku
Imagen y Esencia
HAIKU, GAZO TO HONSHITSU
Theodoro Elssaca, poeta, viajero a tierras distantes, explora la cosmovisión del Oriente, Asia y lo japonés por la importancia que allí se da a la estética, a la relación con la naturaleza, al valor de lo humano y la ancestralidad. El poeta, cautivado por el haiku, forja su propia voz y sello con inigualada síntesis y esencia expresadas en imágenes verbales.
Borges y Octavio Paz, en sus conferencias sobre el arte del haiku, a las que Elssaca asistió a partir del otoño de 1983, en Europa, le provocaron el desafío de plasmar un profundo contenido en solo diecisiete sílabas en la lengua cervantina, fortaleciendo el puente entre Chile y Japón, ubicados en las antípodas volcánicas.
Celebración del Instante, construido como un ciclo anual, en doce capítulos, con 365+1 Haiku, por año bisiesto, conforma el puente entre dos mundos. Inspirado en el crisol del arte japonés, con su delicado aroma, conservando la brevedad, asume el color, la energía, la percepción de Occidente y en particular de Latinoamérica. A sus páginas llegan jaguares, pájaros prodigiosos, aludes, sismos, selvas, cordilleras y hasta introduce la sensualidad del amor, que en el haiku japonés poco aparece.
Theodoro Elssaca, poeta viajero como Bashoo, hace homenaje tomando su haiku más reconocido y le da nueva vida. Bashoo poetiza:
“Un viejo estanque / salta una rana / ruido del agua”,
interpretando el espíritu Zen que impregna ese poema, Elssaca dice:
“Poza otoñal, / pasa el monje anacoreta, / salta una rana”
Además, en su dimensión de artista visual, crea el caligrama de la rana, que acompaña este texto.
En el capítulo tercero, “Vestigios del Hombre -Jinrui no Seki”, Elssaca nos trae de regreso a nuestra América:
“Arte rupestre / petroglifo y recuerdo, / ignoto humano”
y crea un haiku en que nos parece escuchar la voz de los pueblos originarios:
“Sagrada tierra, / nuestra herencia ancestral / dignidad y honra”
En el capítulo décimo da un paso hacia lo místico: “Zen, Nirvana y Silencio”, los poemas llevan hacia lo cósmico, despiertan la fuerza interior kundalini, activando células y chakras, hasta alcanzar la libertad interior.
El libro es un viaje desde el tiempo en que se crea el haiku, con homenajes a Matsuo Bashoo (1644-1694), eterno haijin, Yosa Buson, Issa Kobayashi, Masaoka Shiki, al Shintoísmo y al Zen, hasta llegar a nuestro desolado mundo actual. Es un camino desde el lejano Japón hasta Sudamérica, que se percibe en las huellas de la Amazonía, en nuestra cordillera andina, en las resonancias de los arcaicos tambores tribales, los rituales chamánicos y en el persistente amor a la tierra.
Es también un espacio de arte, en el que encontramos bellísimos sumi-e de siglos, poderosa caligrafía japonesa, sorprendentes caligramas, y la plasticidad que uye de los haiku, algunos de ellos traducidos en caracteres japoneses. Esta sugerente visión caleidoscópica crea el concepto que fortalece el puente y rige la presente obra.
Es un libro para ver y leer.
Agustín Letelier
Centro de Estudios Asiáticos Universidad Católica de Chile